Y llegó el día fatal, aquel que esperaba durante tanto tiempo, y me siento libre, un poco más extraño de lo habitual, pero sobretodo con la conciencia en paz.
Cumplo 33 años (la edad de inicio), y veo tras de mí una estela de eventos y situaciones, muchos sentimientos rotos, sueños rotos, esperanzas rotas. Y también mucho placer, alegría, amor (mis hijos son todo en mi vida; aún cuando no viven conmigo, tienen mi completa atención, y lo más importante, mi corazón), música, cientos de letras, millones de libros y pensamientos tórridos o inocentes, dependiendo quien mire en ello. Postulados y razones, filosofía barata, de copas, de bares, de seducción; no soy un ángel, lo sé desde siempre, pero me declaro divino porque si, porque es lo que se espera de mi como individuo, o mejor dicho, porque solo soy un reflejo de ser humano.
Me siento en la cima de una montaña muy alta, ya no esperando a que la iluminación llegue (eso queda para los tontos), tampoco necesitando una misión sagrada por la cual tomar causa alguna, solo mi alma, mi mente y cuerpo. Solos los tres y uno.
Hay un agujero en la literatura universal; pretendo llenarlo. Existe un vacío en la narrativa, que es el espacio mío, el que siempre espera por mis actos. Me declaro absolutamente en control.
Vicente Pascual Moscoso.