Hace unos años, tras una gran discusión con Camila, ella escribió un papel con toda la rabia que alguien puede concebir. Entre varios detalles que pierdo con el tiempo, hubo uno en particular que destaca por su constancia en la memoria, una idea destacada por el contenido de la misma, y hoy que replanteo mis relaciones humanas ante el alero de lo perdido y ganado en estos últimos 10 años, y con el poco conocimiento de mi persona que suele destacar entre gente que por años hemos compartido, busco comprender el verdadero signo entre aquellas palabras; más aún, años pasados desde que nos separamos con la mujer (o niña, que aún lo es) que amé, y sus palabras toman peso. No es fácil, aceptar que uno es "inoperante como padre y pareja", sintiendo lo contrario.
Mientras dedico tiempo a estos pensamientos, los niños continúan en sus mundos privados: Pascual juega entre sillones, módulos espaciales y figuras de gatos, lagartos y dinosaurios; Matías concentra su atención en el libro para sus clases, y de reojo ve como su hermano lo observa entre risa y risa. Verlos interactuar es mi placer durante las horas compartidas, cada 15 días por voluntad de la ley, y cuento entre semanas para ello. Si puedo, existen momentos intermedios (dentista, visitas o viajes al jardín...simples excusas para saber), pero al observar bien, me conformo con poco, y de manera cómoda he aceptado ser padre a distancia. Y siento rechazo a esto, asco por mi pasividad ante la vida que no es lo que quiero.
Debo creer que hoy por hoy, he sobrevivido para algo. La vida y muerte de mis relaciones, la compenetración absoluta basada en cuerpo y alma para con gente que he amado, el verme ilusionado hasta la esencia misma del ser, entregar y disponerse al cambio, son actos que me enseñan una y otra vez que todo vale la pena. El perder mi norte y esperanza, renunciar a mis ideas, al amor propio en pos de un bien mal enfocado y peor fundamentado, solo significa una falta de namasté propio qué, ahora transcribo de un borrador a puño y letra. Me veo en el horror de publicar, para sanar. Y este es el secreto de mis letras, un acto de redención a posteridad, tras la renuncia a mis acciones pasadas. Cubierto por el cadáver exquisito de mis errores, y erguido ante mis vergüenzas, siento desde hace mucho que he de dejar esto.
La alquimia es el estudio del cambio, en la naturaleza humana; la piedra filosofal busca transmutar el alma de su estado más brutal y primario (sea este metáfora del barro o mierda, según la transcripción), a un estado de conciencia divina plena. Ergo, hoy soy barro; seré Dios.
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