Hoy, mientras caminábamos con Pascual hacia el paradero de buses, mi hijo hizo un comentario que me ha dado vueltas desde un tiempo. Dijo, sonriendo con esa cándida alegría que le caracteriza, que su hermano Matías, él y yo eramos estrellas que están en el cielo.
Para mí, ambos niños son astros en un cielo purpúreo, basta con sentir su calor y ellos brillan cada día más. No es fácil estar lejos de ellos, al menos físicamente, pero está claro que donde voy, sus caricias se hacen el complemento para mis pasos. Me hago viejo, eso queda claro, y extraño el tener una familia convensional para cuidarles, pero si mis hijos me necesitan siempre papá está en el lugar, siempre.
No sé si soy una estrella caída, como antes un ángel de alas rotas y sueños a tono, pero si ellos ven eso en su progenitor es por algo. Todo tiene su lugar, y ahora mismo, su momento aunque lejano, es cada vez más patente.
Gracias Pascual por recordarme que ustedes me han elegido de padre.
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