miércoles, 29 de mayo de 2013

Tormenta de los días por venir.

  Y fue que la lluvia cayó al mismo tiempo que la tarde, en un conjunto de palabras que juegan en mi mente, mientras pienso en los errores y aciertos de las últimas semanas. Por dos días no he  dormido acompañado, salvo por el recuerdo de su cuerpo y una ansiedad que no deja mi estómago y mi piel, a la vez que imágenes vívidas caminan con mi imaginación. De noche, solo yo, y mi conciencia tenemos tiempo para recordar rostros perdidos en el registro de años, gente que amé y a quien traicioné, y otra a la que he sido fiel más allá de cualquier expectativa, sin esperar un gesto de aprecio en ello. Solo debía hacerse.
  Pienso en las mujeres que fueron amigas, compañeras y amantes, luego putas, de tarde en tarde consejeras y enemigas, pero sobre todo hembras, de una piel y calidez que te roba el aliento, de sonrisa franca y destino tan pueril que te llenan de gozo. Gracias a ellas es que puedo amar hoy, sin miedos, sin resquemores, a la mujer que elijo como compañera en este viejo mundo perdido, con quien forjo mi familia. Es en ellas donde descubrí secretos púdicos y privados, y unos cuantos de los otros, de aquellos que susurro al oído de la Diosa madre.
  He caído en la cuenta que mis padres son sabios, torpes y pequeños, niños jugando a ser adultos y sobretodo, nobles de naturaleza y pensamiento. Si algo bueno existe en mi, es gracias a la guía de ellos, aún en los peores momentos apoyan mis decisiones y esperan que sea feliz. No piden para ellos más que eso, que sus hijos sean justos con la vida y recompensen al mundo por los dones recibidos. 
  Amo a mis hijos, mientras la lluvia sigue cayendo en esta ciudad gris, con todos de colores profundos. Son la raíz de mis cambios y búsqueda. Por cada logro de ellos doy fe que he de luchar hasta la locura, siempre reconociendo que puedo más, que debo más y necesito aprender más. Soy alumno de dos maestros en vida, espero estar a la altura de las circunstancias. 
  La tormenta amaina en esta ciudad dormida, y yo quiero seguir mi ruta. Aún hambriento, aún loco, aún santo y puto cabrón. Amén.