miércoles, 1 de julio de 2009

Constancia


Quisiera dejar constancia de un hecho peculiar: la vida misma se ha vuelto una jaula en casa de mis padres, desde que volví, y lo peor, es que siempre me he quejado de mis carceleros, cuando al final, solo uno es culpable de ello.
Siempre he manejado las cosas, siempre me he acomodado a mis circunstancias, como sabiendo que al final, todo ha de valer la pena, pero no es cierto, no he sido sincero conmigo...la verdad, me he castigado en esta casa, desde que tuve idea y conciencia sobre que quiero, que anhelo. He dejado la vida en entredicho, mi capacidad en entredicho, y no es lógico, salvo por el hecho de seguir siendo solo un hijo. Pero, tengo dos hijos propios, soy hombre hace años y llevo una doble vida, donde mis padres no tienen puta idea de quien soy y como me comporto con el entorno.
Existen dos personas: Vicente hijo (o Johnny, como me llaman mis padres), con 32 años y habiendo abandonado dos carreras (con circunstancias diferentes en ambas, pero el efecto concreto es el mismo), no trabaja (a nivel formal), pasa escribiendo, o ilustrando, y es un excelente padre. Un cacho.
Vicente Pascual Moscoso es otra cosa: un hombre culto, inteligente, capaz de sacar, si así lo ameritan las circunstancias, dinero de las piedras, un tipo que se dedica a ayudar al resto, con conocimientos y una vida; un hombre de mundo, dulce, tierno, y también un cabrón si la situación lo amerita.
Si puedo meter ambos en una mezcladora mental, creo que encuentro el acertijo a esta pregunta. Por ahora el resultado, me temo, debe esperar.

1 comentario:

  1. El botón de la mezcladora está en tus manos...
    Te quiero amigo, siempre.

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