lunes, 5 de octubre de 2009

21 años del NO; mayoria de edad.


  Hace 21 años, en este preciso momento me encontraba sentado en la entrada de casa de mi amigo de infancia, José Cabezas, escuchando a nuestros padres esperar resultados de las mesas electoras. La tarde era algo calurosa, por lo que tomabamos jugo en vasos de plástico, mientras hacíamos una pausa para seguir tirando chutes a la pared de enfrente, una casa que estaba abandonada desde unos tres años. Era divertido ver como niños de 12 años nos hacíamo eco de las posturas y referencias populares que abundaban en nuestros familias, tomando partido por una u otra tendencia política; gracioso, porque en casa de mis padres, solo un par de años antes comenzamos a hablar de política, un tópico ya habitual al llegar a la edad adulta.
  Las horas avanzaba lentamente, y los rumores se hicieron repetitivos en quienes deseaban un triunfo moralizante y decisivo, como si el hecho de votar por una u otra tendencia fuese a cambiar el curso de nuestras vidas, de tal forma, que por una parte seriamos esclavos de la máquinaria comunista que se negaba a morir (comunismo recalcitrante que murió de su propio ego, durante la década del '70), o peor, nos veríamos sumidos en un yugo capitalista neoliberal, cuyos resultados sería una economía solo basada en la stafa y el robo por parte de quienes manejaban el capital y una deshumanificación de las funciones tradicionalmente llevadas a cabo por los obreros. La única verdad era algo que la gente ignoraba bien, y que con las dos décadas y pico que han transcurrido, recién estamos evaluando y comprendiendo: elegimos vivir en democracia, ser maduros como nación y designar a quienes nos representaban ante el resto del mundo, o por 10 años más permitíamos una tutoría infantil y armada. Supongo que , a estas alturas, sabemos bien qué elección hicimos. Lo triste es que seguimos imaginando que debemos esperar algo para crecer.

  No es poco común encrontar gente que declara, en un tono seudo inteligente "¿Y la alegría, cuando?". Me pregunto si relamente tiene sentido cuestionarse eso, cuando es simple voluntad e virvir lo que nos da alegría, lo que cambia nuestro entorno. No las promesas de tal o cual candidato, de tal o cual opción. La alegría llegó; depende de nosotros como enfrentamos el tema.

 

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